SEGURIDAD EN LAS TRANSFUSIONES SANGUÍNEAS

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MEDICINA TRANSFUSIONAL

(Información de la OMS)

Cada año se donan en el mundo casi 120 millones de unidades de sangre. Sin embargo, esta cantidad no es suficiente para satisfacer la demanda mundial, y muchos pacientes que necesitan una transfusión no tienen acceso oportuno a suministros de sangre segura. La sangre no se puede almacenar indefinidamente, y por ello se requieren donaciones constantemente. Es preciso contar con donaciones periódicas que permitan garantizar en todo momento el suministro para quienes lo necesitan. A pesar de la demanda mundial, las tasas de donación varían de un país a otro, y algunos países de altos ingresos registran hasta siete veces más donaciones que países de bajos ingresos.
Las transfusiones de sangre son necesarias para una amplia gama de trastornos de salud, por ejemplo, anemia, complicaciones durante el embarazo y el parto, traumatismos graves debidos a accidentes e intervenciones quirúrgicas. Además, se utilizan periódicamente para pacientes con trastornos tales como anemia drepanocítica y talasemia y para productos destinados a tratar la hemofilia.
Es esencial preservar la seguridad y la eficacia de los procedimientos de recolección, almacenamiento y uso de la sangre donada. Estos procedimientos, llamados en su conjunto hemovigilancia, abarcan toda la cadena de transfusión sanguínea y se aplican para normalizar el uso de la sangre en la atención de salud.

La sangre donada se utiliza de muchas maneras, más allá de las transfusiones de sangre entera. Mediante su  procesamiento se la puede convertir en plasma, concentrado de hematíes, concentrado de plaquetas y otros productos, cada uno de los cuales se utiliza para tratar casos específicos en el marco de la atención sanitaria. En algunos casos, es posible utilizar una unidad de sangre para satisfacer las necesidades de más de un paciente, y ello representa un aspecto importante de la capacitación en esta esfera. Sin embargo, no todos los países tienen instalaciones para procesar la sangre de esta manera, y solo 50 de los 173 países que presentaron información elaboran productos medicinales derivados del plasma.

En algunos casos, es posible utilizar una unidad de sangre para satisfacer las necesidades de más de un paciente

El suministro mundial de sangre procede de más de 12 000 centros que recolectan la sangre donada por tres tipos de personas: voluntarios no remunerados, familiares de pacientes, y donantes remunerados. La OMS aboga por el establecimiento de sistemas nacionales de suministro de sangre basados en donantes voluntarios no remunerados, por cuanto ese grupo tiende a tener menos infecciones de transmisión sanguínea. No obstante, en muchos países, la sangre donada por voluntarios no remunerados sigue siendo menos de la mitad de las donaciones, y una gran parte de sus suministros de sangre depende de las donaciones de familiares y donantes remunerados.

La falta de transfusiones oportunas con sangre segura ha provocado muchas defunciones que se hubieran podido evitar. El suministro constante de sangre, piedra angular de todo sistema de salud, depende de las donaciones periódicas y de una infraestructura sanitaria eficiente.
En lo relativo a las donaciones de sangre existen enormes diferencias entre los países de bajos, medianos y altos ingresos. De las casi 120 millones de unidades de sangre donadas cada año en el mundo, el 42% corresponde a países de altos ingresos en los que vive solo el 16% de la población mundial. Sin embargo, la proporción de jóvenes que donan sangre es mayor en los países de ingresos bajos y medianos que en los países de altos ingresos.
La insuficiente recopilación de datos agrava la incapacidad de muchos sistemas de salud para detectar, en la sangre donada, enfermedades tales como al VIH, la hepatitis B, la hepatitis C y la sífilis, con arreglo a los requisitos del sistema de calidad. La imposibilidad de realizar análisis de sangre se puede deber, en parte, al suministro irregular de materiales para las pruebas, en particular en zonas de bajos ingresos. Las pruebas inapropiadas contribuyen a propagar infecciones transmisibles por la sangre, lo que pone en riesgo el bienestar de los pacientes y añade presión a los sistemas de salud.

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