Por
Ps. JORGE LIBMAN
Psicólogo, especialista en psicología psicodinámica
Mat. 2231
CONSUMIR, CONSUMIR, CONSUMIR…
Un grave problema a nivel psicosocial
La estimulación al consumo está muy extendida y existe una población vulnerable y una sociedad poco atenta que no percibe el riesgo, la que en muchos casos está mal o deficientemente informada. De todo esto no son ajenos gobernantes, funcionarios, sistema judicial, policía, instituciones y organizaciones sociales, todo lo cual conspira contra los esfuerzos que muchas veces, en soledad, llevan adelante instituciones especializadas tratando de combatir este flagelo.
En el marco legal que rige la atención de estas situaciones -que van más allá de la atención ambulatoria, como pueden ser las internaciones- precisamente las internaciones se ven combatidas por lo que creo es un concepto erróneo, el que se da por ignorancia y, tal vez, por prejuicio ideológico; ya que asocia internación al regreso de lo que fueran los manicomios. Siendo la internación lo que en casos extremos requiere un adicto en estado de crisis.
El estado y la justicia deberían proveer los recursos, y esto, creo, no es una cuestión de discusión ideológica, son datos objetivos a los que la sociedad se enfrenta cotidianamente y, en algunos casos, con resultados lamentables. El debate ideológico se debe concentrar en la manera que se administran y usan esos recursos, los que siempre deberían estar en mano de profesionales entrenados que califiquen para tal fin.
EL ROL DE LA SOCIEDAD
La población debería, además, poner atención en la conducta adictiva que la sociedad en su conjunto tiene, sobre todo lo referente al consumo; a la necesidad de encontrar para todo, la satisfacción que no se puede posponer; al uso adictivo de la tecnología y del ejercicio del poder en sus diferentes estamentos.
Vivimos en una sociedad con niveles de adicción altos. Tal vez fomente los consumos adictivos para calmar, para contener, para anestesiar y hacer soportables una vida muy difícil de sobrellevar.
Si la sociedad no se hace cargo de sus conductas adictivas difícilmente pueda peticionar políticas de estado que se orienten a prevenir y formar profesionales para atender este fenómeno que, en el país y en el mundo, es un flagelo, y que la pandemia ha puesto en mayor evidencia.
El adicto tiene un déficit en su propio capital psicológico para manejar sus emociones, de contener esa necesidad de consumo y el impulso de satisfacción inmediata que, por otra parte, la misma sociedad fomenta, no dejando espacios para tolerar las emociones dolorosas e incluso las placenteras. Se suele carecer de la paciencia que exigen los problemas que tardan en encontrar soluciones. Parecería que todo debe ser coagulado y suprimido, para lo cual lo más rápido es recurrir a los objetos adictivos que brindan respuesta inmediata y refuerzan su poder de agentes de la adicción.